Agrupadas en el Frente de Defensa de la Amazonia, las comunidades indígenas acusan a Texaco -adquirida por Chevron en 2001- de verter residuos tóxicos y desechar miles de millones de litros de agua contaminada en la selva por más de dos décadas, durante los años setenta y ochenta del último siglo, antes de que la compañía se fuera de Ecuador a inicios de la década de 1990. Según alegan, la explotación trajo aparejadas consecuencias nefastas para la región, tanto en el ecosistema como en la población indígena.
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